El misterio de los huevos de las ratites sigue atrayendo a los científicos

Hubo un tiempo en el que las Islas eran el hogar de aves gigantes y enormes boas y extraños caracoles. Pero entre todos ellos, los ratites, emparentados con las avestruces de nuestros días, guardan en secreto la historia más extraordinaria. Volvamos atrás en el tiempo.

Hace casi cinco millones de años, en lo que ahora conocemos como acantilados de Famara, en Lanzarote, la vida abandonó a unos huevos grandes y extraños. El ave que los puso no volaba y era enorme, parecida a nuestras actuales avestruces, pero más grande. Tal vez esta ave andaba por entonces entre los riscos húmedos y volcánicos de las islas. Tal vez no.

En cualquier caso, estos huevos suponen hasta la fecha uno de los mayores misterios paleontológicos de las Islas. Veamos por qué.

En 2011 se hallaron dos huevos en la caleta de Órzola. Estos se añadieron a la colección descubierta cinco décadas antes, ampliando el misterio que la rodeaba. ¿Cómo pudo llegar un ave tan grande y no voladora a las costas de una primitiva Lanzarote? El archipiélago apareció hace unos veintidós millones de años, según las estimaciones.

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La fuerza de la tierra hizo emerger los volcanes que ahora duermen pacíficamente. A diferencia de otras masas insulares, las Islas no han estado conectadas al continente (África en este caso). Por tanto, los animales que llegaron a sus costas debieron hacerlo volando, nadando o flotando sobre restos a la deriva. Estos huevos, sin embargo, pertenecieron a un ave ahora extinta, muy grande e incapaz de volar. Estas aves, conocidas como ratiteso Struthioniformes, están directamente emparentadas con las avestruces y los emúes. La línea evolutiva de estos animales perdió la capacidad de volar mucho antes de que aparecieran tan siquiera las Islas Canarias. Antiguamente existieron varias especies (e incluso familias) de ratites muy grandes que desaparecieron con el tiempo.

Pero a pesar de lo relativamente común de su existencia, el misterio sigue siendo el cómo llegaron hasta aquí. Hasta hace muy poco se barajaban varias hipótesis. La primera de ellas contempla la posibilidad de que en algún momento dado las Islas hubieran estado conectadas por tierra o por la glaciación. Parecida a esta misma existe la posibilidad de que una serie de islotes formaran parte del archipiélago, de manera que el traslado hubiera podido ocurrir en «saltos». Pero estas hipótesis se descartan a la luz de los últimos hallazgos publicados en el Journal of African Earth Sciences Articles, donde dos equipos científicos diferentes, uno procedente de centros nacionales y otro de institutos de investigación de Francia, Sudáfrica y España, han constatado que las Islas siempre estuvieron separadas.

La siguiente hipótesis, entonces, pasa por la posibilidad de que las aves llegaran a bordo de restos fluviales, aunque esto parece poco probable por su tamaño. Por último, también existe la posibilidad de que sólo llegaran los huevos, flotando en el agua, lo que explicaría por qué hay huevos pero no restos óseos de las aves. Aún así, a día de hoy cualquier hipótesis sigue siendo inquietante y no termina de cuadrar con una explicación plausible.

El secreto de su origen

Supongamos que estos enormes «ratites» ya se encontraban aquí hace casi cinco millones de años. ¿En qué hábitat vivían estos animales? Para poder conocer más sobre este hecho, los investigadores han trabajado sobre los restos encontrados en el macizo de Famara. En él se encontró, además de siete huevos de ave, varios huevos de tortugas terrestres y numerosos caracoles terrestres. Gracias a una novedosa técnica, los investigadores fueron capaces de determinar algunas de las características terrestres del hábitat de las aves a partir de la cáscara del huevo.

Mediante esta técnica, los investigadores pueden medir cosas como la procedencia del agua que ingirió el ave a través del rastro de isótopos de oxígeno. Los resultados muestran que las aves eran terrestres.Gracias a los caracoles, por la morfología de sus fósiles, así como la composición de su concha, se puede saber que eran terrestres. Y también podemos deducir que el ambiente debía de ser más húmedo que hoy día. Otro resto hallado en campañas anteriores mostraba una vértebra de boa constrictor, autóctona de la zona. Con todo esto, podemos formarnos la idea de una antigua planicie de playa con una vegetación efímera pero en un ambiente húmedo. Con el tiempo, el viento fue depositando una enorme capa de sedimentos que escondería este paisaje durante millones de años.

Gracias a las investigaciones, ahora estamos un paso más cerca de conocer cómo eran las Islas millones de años atrás. La imagen planteada por estos estudios coincide con otros expertos, quienes tratan de colorear el fin del mioceno, millones de años atrás, en el archipiélago. Y, aunque vamos aprendiendo un poco más sobre su paisaje, el misterio de las grandes aves que no podían volar sigue sin resolverse. Mientras tanto, los enormes y viejos huevos esperan encerrados en la arena fosilizada a que profundicemos en su cáscara, en su interior, para desvelar sus secretos.

(FUENTE: CIENCIA CANARIA-Agencia Canaria de Investigación, Innovación y Sociedad de la Información del Gobierno de Canarias)

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